La ciudad de Quito ha dejado de ser aquella “isla de paz” con la que se pensaba convencionalmente las relaciones sociales, y aunque en las estadísticas de la región sigamos ocupando un lugar mediano de una escalada de violencias urbanas que preocupan a escala global, la población quiteña a comenzado a experimentar la sensación de que la inseguridad no es una cuestión de espacios excepcionales sino de espacios cada vez más próximos a su ocupación y movimientos cotidianos, embargados, en gran medida, por la idea de que la violencia delincuencial es irracional y toca aleatoria e indistintamente a toda la población. Los cambios que generan la experiencia y la percepción de inseguridad a nivel urbanístico y arquitectónico forman un fenómeno circular junto con... |