Ante la desarticulación y debilidad de la oposición y la prácticamente inexistencia de los partidos políticos, alguien debía ocupar el vacío con vista al referéndum. La Iglesia y los medios de comunicación se postularon inmediatamente. Nunca antes ambos agentes políticos habían llevado la acción partidista a los niveles vistos en este proceso eleccionario. Con visible entusiasmo, Monseñor Antonio Arregui encabezó las huestes de la oposición y, mediante la manipulación de aspectos morales y religiosos, emprendió una Cruzada del Siglo XXI, utilizando artificiosos argumentos. Y perdió. Quizá al contemplar las desteñidas misas campales y la imposibilidad de extenderlas fuera de Guayaquil, Arregui advirtió su error. Pero ya era demasiado tarde, la fractura... |